Apoyarse en el más venerado de los dramaturgos de la historia, es sin duda un cebo para espectadores, pero hacer a estas alturas una versión válida está al alcance de pocos. Este ‘Coriolano, después de Shakespeare’ deconstruye el original, deforma la trama, reduce y recompone los personajes, y solo consigue un resultado modesto traicionando en demasía al autor. Cierto es que este drama tardío del gran autor inglés es complejo, escurridizo y difícil de entender en su tesis y mensaje. Ha sido interpretado en claves maquiavélicas, freudianas, nietschianas y marxistas. Aunque su protagonista es un antihéroe provocador que denuncia la ignorancia de las masas y su manipulación por los políticos, carece de alternativa a la podredumbre democrática y termina víctima de su soberbia y su venganza. Entre la tesis populista y la antitesis autoritaria no consigue establecer esa síntesis que llevamos buscando tres mil años. Se le puede ver como un villano altivo o como un disidente armado de valor y lucidez, de los que no caen bien a casi nadie. Mucha tela que cortar, pues; no pudo hacerlo el autor hace cuatro siglos para que ahora Emilio del Valle y Jorge Muñoz, que ya estrenaron esta propuesta en Alicante en 2018 como resultado de una residencia subvencionada, vayan a conseguirlo poniendo traje y corbata a los tribunos, vistiendo de zelenski al general Cayo Marcio, haciendo de una fémina podemita tribuno de la plebe romana, reduciendo los 17 personajes a cinco, suprimiendo diez intervenciones corales de senadores, soldados, sirvientes y demás, escenificando todo en torno a una mesa imperial con ruedas, proyectando en pantalla frontal manifas de estos tiempos, salpimentando la representación de arias antiguas que no vienen muy a cuento y sobre todo convirtiendo el texto original en un pastiche trillado de ricos explotadores y pobres expoliados, de protestas...
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