Sánchez, además de cobardón, es un garrulo y el Rey de España, sin decir una palabra, lo ha puesto en su sitio. Voy en el sermón de hoy de oído, porque todos mis esfuerzos para que La Zarzuela o La Moncloa me confirmarán los detalles han sido vanos, pero los testimonios se acumulan. Supongo que todos ustedes están ya al tanto de que el pasado 3 de noviembre de 2024, después del aquelarre de lodo, insultos y palos de Paiporta, en los que quedó retratado el socialista Sánchez huyendo como un conejo, Felipe VI, Letizia y Mazón coincidieron de nuevo en el centro de emergencias organizado por la Generalitat Valenciana. Fue allí, con barro hasta el corvejón, donde el Monarca dijo aquello de que comprendía el ‘enfado’ y la ‘frustación’ de las víctimas del Diluvio. Y, según cuentan, fue allí, unos minutos antes, con el calzado impoluto, donde el amo del PSOE -visiblemente irritado y levantando la voz- abroncó al soberano, echándole en cara que no hubiera escapado con él, de la excitada multitud que, además de arrojarles pellas y palos, aporreó los cristales de su coche oficial. “¿Por qué no te has ido conmigo?, no te lo voy a perdonar”. Dicen que hubo más y citan textualmente frases gruesas como “eso no se le hace a un presidente del Gobierno”; “no os voy a autorizar que vayáis a Chiva” y “si vais a Chiva le ordenaré a Marlaska que no te lleve a la Guardia Civil para protegerte”. El Rey que es un tipo educado y que, como quedó patente, durante la hora en que se quedó mirando a los ojosa y escuchando a los angustiados vecinos de una de las localidades más devastadas del Levante, los tiene de cemento como su padre Juan Carlos, miró a tendido, puso...
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