El próximo episodio del ‘Begoñagate’ tiene como escenario La Moncloa, a la que -de no cuajar otra cacicada y dar por bueno que el marido de Begoña declare por escrito- acudirá el juez Peinado a interrogar a Sánchez, con cámara de vídeo incluida. Eso el próximo martes, a las 24 horas de que peregrinen al juzgado 41 de Plaza de Castilla, como imputados, el ‘mecenas’ Barrabés y el sumiso rector de la Complutense. No hay asunto que me fascine más que el de los devastadores efectos de las revelaciones, sobre la tentacular corrupción del PSOE, en la convivencia cotidiana del matrimonio Sánchez-Gómez. Nos cuentan que las zapatiestas entre Michael Douglas y Kathleen Turner en ‘La Guerra de los Rose’ parecen una trifulca de parvulario, al lado de las broncas que protagonizan desde un par de meses Pedro y Begoña durante las cenas presidenciales. Pero ya llegaremos a eso. Hoy, a la espera de lo que saque en limpio Peinado este 30 de julio, tras escuchar o leer a Sánchez, me gustaría tocar tres temas, distintos y distantes. Uno es esa ultrajante encuesta del CIS, pagada por el sufrido contribuyente y publicada en primicia por el subvencionado diario El País, según la cual los españoles somos felices y estamos muy cerca de la mejor vida posible, desde que el amo del PSOE ‘okupó’ La Moncloa. Los más peculiar, insólito y curioso del sondeo de Tézanos es que aparecen tres puntos más felices quienes avalaron hace una años a Sánchez y a la teñida Yolanda Díaz, que los seguidores de Feijóo y Abascal. Y el colmo es que el 100% de los votantes de Bildu se declaran felices como perdices, seguidos por los xenófobos de Junts, donde los ultrasatisfechos son el 95%. Quizá tendrán que ver estos resultados con que los penitentes...
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