Con acierto, el Teatro Español complementa su gran producción de la obra teatral más conocida de Valle-Inclán, ‘Luces de bohemia’, con esta indagación dramatizada en su texto más hermético y casi desconocido, ‘La lámpara maravillosa’. Un complemento experimental muy interesante que descubre otra cara de autor tan polifacético. Es una obra en prosa poética publicada en 1916, en la que Valle-Inclán explora temas profundos de carácter místico, filosófico y estético, una «guía de iniciación artística» sobre la belleza, el arte y la trascendencia de la realidad material hacia lo espiritual en torno a la noción de la «luz interior», el conocimiento intuitivo que permite alcanzar un estado de gracia y comprensión del universo. Es un libro misterioso y poco leído (aquí tienen su texto íntegro). Escrito tras la muerte de su hijo Joaquín María con solo cuatro meses, se publicó en 1916 y se reeditó en 1922. Valle-Inclán se reinventaba constantemente, un actor interpretándose como aventurero, esteta, místico, trdicionalista y revolucionario según le daba, según lo que imaginaba para escribir, según sus propias vivencias. Pues bien, como entiende María Heredia, el Valle-Inclán de La lámpara maravillosa es, en efecto, místico, piadoso, iluminado, sabio, todo captado de diversas fuentes, sobre todo el quietismo de su amigo Miguel de Molinos, la teosofía de Blavatsky en versión de otro conocido suyo, Roso de Luna, y el ocultismo de Eliphas Levi, pero muy ‘agnostizado’ por el feroz materialismo de Nietzsche. Todo lo amalgama con una prosa de enorme belleza cuyas ideas los críticos en las últimas décadas han tratado de desentrañar. El problema además, en nuestra modesta opinión, es que son influencias un tanto atolondradas, teóricas sin posar en una experiencia personal, y sobre todo pasadas por el filtro del cannabis con cuyo impulso elucubra y divaga, se remonta a disquisiciones lingüísticas, filosóficas, morales...
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