Hace algunas horas la esposa del presidente del gobierno del Reino de España, superada la barrera de decenas de policías nacionales, media docena de “lecheras” y no se sabe cuántos miembros del servicio de seguridad de la Moncloa, llegó al garaje de los Juzgados de plaza Castilla, para subir, rauda y rodeada seguratas y cargos gubernamentales, y sentarse en el banquillo de los investigados para negarse a declarar, por indicación de su letrado y con el amparo constitucional. Cumplimentado lo cual, tomó el camino de regreso al palacio y allí sigue. Negativa legal, sin duda, pero, absolutamente incomprensible por inducir a la duda y por resaltar la falta de ética y estética, junto con todo el relato de hechos. Sin embargo, ello debe formar parte de la estrategia que el letrado y el núcleo duro del presidente han pergeñado para salvaguardar a la esposa, empresaria persistente. Desean, dicen, que se archive todo rápidamente, que la esposa del presidente desea colaborar con la justicia, pero…, con insultos y recriminaciones al juez instructor, el cual está ejerciendo “persecución cruel, injusta, en un proceso judicial plagado de mentiras”. Mentiras que no se atreve a refutar ni la esposa, ni el esposo, ni el abogado, ni ministro ni integrante del núcleo presidencial. Y ello a pesar de tener a su servicio, para su uso y disfrute todo el poder del gobierno, del partido socialista y del grupo mediático asilvestrado. Todo ellos rodean a la esposa del presidente, manteniéndola entre algodones, a fin de que, en ningún momento se rompa, se derrumbe y, entre sollozos, explique qué ha ido haciendo en el máster, en los despachos de la Moncloa, en sus epístolas o en sus presuntas apropiaciones de software. Es una colina más que debe salvaguardar el núcleo de asesores presidenciales. A la cual hay...
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