El hoyo 17 del TPC de Sawgrass en Florida, con tan sólo 137 yardas, es una trituradora para la los golfistas, ya sea por las ráfagas de viento, los vericuetos de su Green, las bolas que se van al agua o por intrusos animales: caimanes, tortugas e incluso gaviotas, empeñadas en jugar. Podrían escribirse varios libros con reflexiones sobre el hoyo 17 del TPC Sawgrass, pero pocas lo definen tan bien como Billy Foster, veterano caddie: «En ese tee, los mejores jugadores del mundo tiemblan como los perros cuando cagan y se trata de un simple wedge. Es increíble lo que pueden hacer 10.000 personas abucheando y deseando que la mandes al agua». Son 125 metros a un green de más de 70 de largo. Un desafío menor para un profesional medio. Pero está rodeado de agua… y de mística. Y la combinación de ambas lo convierte en uno de los pares 3 más difíciles del mundo. Que sea el penúltimo hoyo tampoco ayuda. Su sombra persigue a muchos jugadores desde que ponen un pie en el campo. El agua funciona como un imán sobre los golfistas. Se estima que cada año unas 120.000 bolas acaban en ese lago artificial ideado por Alice Dye, que diseñó el campo junto a su marido Pete. Desde 2003, 757 tiros desde el tee han acabado en el obstáculo durante The Players, es decir, más de uno de cada 10 golpes ejecutados. La Isla ha sido decisiva en el desenlace del considerado ‘quinto grande’ en infinidad de ocasiones desde su estreno en 1982. Sergio García ha vivido las dos caras de la moneda. En 2008 un birdie en este hoyo le permitió imponerse en el ‘playoff’ ante Paul Goydos y llevarse el hasta entonces mayor triunfo de su carrera. Cinco años después, dos bolas al agua le costaron la victoria cuando marchaba empatado en cabeza con Tiger Woods. LAS GAVIOTAS Las vemos especialmente...
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