Redacción.- El lago de los cisnes nunca decepciona. La pieza por excelencia del ballet clásico (con permiso de El cascanueces) está llena de momentos que dejan con la boca abierta y la música de Tchaikowsky es tan parte de la cultura popular que su compases emocionan sin esfuerzo. La versión canónica de Laura Alonso se encuentra en un difícil medio camino entre una función modesta y un espectáculo de élite, y convierte al ballet en un arte accesible y asequible. La calidad de las interpretaciones deja satisfecho a un público que aprecia un Lago de los cisnes clásico, sin exuberancias ni golpes de efecto, pero solvente y en ocasiones brillante. El vestuario y la puesta en escena no ofrecen innovaciones ni buscan sorprender: la versión de Alonso es sobria, tradicional, con un vestuario casi escolar por lo naif, pero en el escenario pese a todo se alcanzan momentos de gran efecto, como esa búsqueda nocturna por el bosque de los cazadores de cisnes, que con la más leve luz azulada y un fondo pintado logra transmitir una evocadora sensación de escena soñada. En otros momentos, el escenario del teatro EDP es pequeño y el patio de butacas demasiado plano para poder disfrutar de una vista cómoda y completa de los pies de los bailarines. El lago de los cisnes es un ballet especialmente concebido para lucimiento máximo de su bailarina principal, que con la doble interpretación de Odette/Odile tiene la oportunidad de brillar como en ninguna otra pieza. Se nota la veteranía de Patricia Hernández en este papel estelar. Por un lado, como la tímida y melancólica Odette, es la estrella de las inolvidables piezas grupales con su “ejército” de cisnes. Como Odile, tiene la oportunidad de dar rienda suelta a un estilo más exuberante y agresivo y deslumbra en...
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