La polvareda que ha montado Moncloa. Y eso que, según sus propias palabras, la declaración o, mejor dicho, no declaración de Pedro Sánchez ante el juez Juan Carlos Peinado no tenía interés alguno. Pero la realidad, que es terca como la mula Francis, dejó en evidencia a quienes desde el Gobierno socialcomunista defendieron la tesis de que nada había que rascar con la presencia del dirigente del PSOE frente al magistrado del Juzgado de Instrucción 41 de la Plaza de Castilla (Madrid). Porque la difusión de las palabras de Pedro Sánchez a Peinado han escocido sobremanera en la residencia presidencial. Por supuesto, desde que el magistrado requirió el testimonio del jefe del Ejecutivo, todo fueron pegas por parte de este y de su propiop gabinete para evitar tener que comparecer físicamente en los juzgados madrileños. Peinado, que lo tenía todo previsto, ya había considerado esa posibilidad y entonces anunció su intención de desplazarse hasta Moncloa para tomar declaración al presidente del Gobierno. Y este, una vez más, quiso eludir la imagen del bochorno exigiendo declarar por escrito, algo a lo que el juez se negó. Dinamitadas todas las intentonas sanchistas por evitar sentarse cara a cara frente a Juan Carlos Peinado, vino la segunda parte. Y es que, evidentemente, en la declaración iban a estar presentes las partes acusadoras. Pues bien, desde Moncloa se sacaron de la manga una inexistente norma para dejar a los letrados sin sus ordenadores y, especialmente, sin sus teléfonos móviles. La consigna era clara, que no salieran audios y vídeos clandestinos a los pocos minutos de que Sánchez hubiese estado cara a cara con el juez. Una vez los asistentes monclovitas se aseguraron de que no habría más grabación que la oficial, la que iba a hacer el propio magistrado, el presidente entró en el...
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